Fue a mis cuatro años cuando padecí mi primer mono. Toda la
vida disfrutando de mi “caucho” en boca, succionando y succionando, y, de
pronto, nada. Mis crueles padres me lo tiraron a la basura. A día de hoy
recuerdo aquel desgarro. Sin embargo, no me acuerdo de la historieta que
prepararon para que terminara mi dependencia al chupete.
Cuando nació mi hija quise evitar este tipo de drogas. En un
primer momento pensé, nada de chupetes, nada de trapitos, nada de peluches, nada de nada. Hasta
que en un momento de estrés una amiga me comentó: “Son muchos los
beneficios que te aportará el chupete. Compensan con creces la lata que
supondrá quitárselo”. Minutos después, Catalina ya se parecía a Maggie Simpson.
Este escándalo tan sólo me genera una gran incertidumbre: ¿Cómo terminará la relación de Catalina con su chupete? Me acuesto pensando queno me veo con fuerzas para quitárselo. Pero… ¿las tendré algún día?